sábado, 30 de mayo de 2009

3º MENCIÓN "ZAPATOS" CUENTO


José había sido invitado a una fiesta importante.

Se trataba de un reencuentro de amigos y amigas del colegio secundario, que por diversos motivos hacía tiempo no se veían.

El traje, la camisa y la corbata que no usaba hacía tiempo, estaban en condiciones aceptables, pero el único par de zapatos que tenía se hallaban arruinados e imposibles de arreglar. Él se había acostumbrado a usar zapatillas, pero en esta ocasión el uso de zapatos era una obligación. Además, de traje y con zapatillas no quedaba presentable. Consultó precios en varios negocios para comprar un par y los valores que obtuvo eran altísimos, muy lejos de sus posibilidades. .

Cierto día recorriendo negocios, descubre un local de compra-venta de artículos generales.

En la vidriera, llena de objetos varios, había un par de zapatos, por supuesto usados, que a través del vidrio se veían en buenas condiciones.

Eran color negro número 40 tipo mocasín y cuando se los probó, le calzaron perfecto.

Disimulando su entusiasmo, le pregunta a la persona que atiende el negocio, si sabe sobre la procedencia de los mismos.

- Vea – dijo el hombre – el dueño del negocio salió y me dejó al cuidado. Le puedo decir que vinieron en un “paquete” de ropas, muebles, adornos, utensilios, etc., que una familia adinerada decidió deshacerse por viaje al exterior. Estos zapatos son de cabritilla, especiales, de alta calidad y se ve que han sido muy bien cuidados.

- Está bien dijo Juan - cuanto está pidiendo por ellos ?

- Se los doy por cincuenta pesos – respondió apresuradamente el vendedor, como para evitar que el probable comprador se arrepienta y aparentemente, perder la oportunidad de hacerse de unos pesos, pensando además que el dueño aprobaría la venta.

El precio es razonable y está dentro de sus posibilidades, así que cerró trato de inmediato.

Llegó la fecha de la fiesta y Juan impecablemente vestido con sus “nuevos” zapatos bien lustrados, compartió momentos inolvidables con sus amigos. A la hora del baile fue el que mas danzó al compás de los acordes musicales. Las chicas lo buscaban para bailar, pues notaban que era un bailarín excepcional. Juan se asombraba de su facilidad para danzar, se sentía en el aire y se admiraba de recordar y conocer sin dificultad todos los pasos de cada una de las interpretaciones.

Sin desfallecer y aprovechando el acercamiento con sus amigas, bailó toda la noche con cada una de ellas. La despedida fue emocionante, quedando en encontrarse en otra ocasión no muy lejana.

Eran las seis de la mañana cuando Juan llegó a su departamento. Tremendamente cansado alcanzó a desvestirse, se arrojó sobre la cama y quedó profundamente dormido.

Cuando despertó el reloj marcaba las cuatro de la tarde. Somnoliento fue al baño, se lavó la cara para despabilarse y notó que estaba descalzo.

Se acordó de sus zapatos. Los buscó por toda la habitación pero los zapatos no estaban. Trató de hacer memoria. Recordó que había bailado mucho y que el deseo de bailar fue imperioso, como nunca le había sucedido. Que llegó bastante mareado con los zapatos en la mano, porque le dolían los pies.

Revisó nuevamente su departamento sin resultado, los zapatos no aparecieron.

Una mañana, pasa por el negocio de compra-venta donde obtuvo aquellos misteriosos zapatos y comprueba sorprendido que los mismos se encuentran en exhibición en el lugar de antes.

Un enorme cartel adherido a la persiana de entrada reza: “Hoy 15 horas gran remate.”

El hombre que atiende el negocio no es el que le vendió los zapatos y Juan no tiene recibo que justifique haberlos comprado.

Decidido a desentrañar esta misteriosa situación, llegó puntual a la hora prefijada. El rematador puso en venta toda clase de artículos, hasta que le llegó el turno a los zapatos. “Estos zapatos – dice el hombre del martillo – están en perfecto estado de conservación y son para que los coleccionistas los mantengan en su poder pues pertenecieron al gran bailarín Rodubloski Pietramiski, recientemente fallecido.” Seguidamente comenzaron las ofertas al compás de la arenga del subastador: “Cien pesos por aquí, quién da mas?? Doscientos, doscientos… Mil por allá. Dos mil, dos mil, tengo dos mil quién da más ??? Cinco mil por ahí. Diez mil…. Quince mil... José, apesadumbrado, desistió de continuar con su investigación, retirándose.

Cuando esa noche, regresó a su departamento, los zapatos estaban al pie de su cama.


ULISES CARLOS CORDOBA

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